Saint Seiya - Saga del Santuario


CAPITULO Xl

LA BATALLA INICIAL

Comprendiendo que de la rapidez de sus actos dependía la vida de Saori, sin perder un instante los Caballeros partieron hacia el primer objetivo. Custodiada por el Maestro Mo de Jamir, la Casa de Aries era el obstáculo inicial que nuestros héroes debían enfrentar y como era de esperar, las hostilidades comenzaron en forma imprevista. Utilizando una reacción que resultó inesperada para los “guardianes de Atenea”, Mo lanzó su ataque sin que mediara advertencia alguna.

Su envió, aunque fue bloqueado rápidamente por Shiryu, bastó para demostrar el poderío de Mo: al Caballero Dorado le alcanzó con un sólo golpe de su dedo para destrozar el escudo del Dragón, el más fuerte de todos.

Ante la atónita mirada de los Caballeros, Mo les dijo que para poder combatir con éxito en la dura batalla que tendrían que enfrentar, deberían reparar sus armaduras antes de proseguir. Comprendiendo la sabiduría de suspalabras, tras un breve diálogo, los Caballeros aceptaron la propuesta.

Mientras reparaba las dañadas armaduras, Mo explicó a los valerosos guerreros del Bien, que para vencer a un Caballero Dorado debían alcanzar el Séptimo Sentido. De hacerlo, lograrían que la energía de sus respectivos cosmos creciera hasta su máximo nivel. Concluido su artesanal trabajo, el Caballero de Jamir les franqueó el camino y los guerreros prosiguieron el derrotero que los conduciría hacia la siguiente casa, la correspondiente a Tauro

Al arribar a destino, fueron recibidos de manera en absoluto amistosa. Cuando quisieron entrar a la Casa, una tremenda fuerza se les interpuso. Era el Caballero Aldebarán de Tauro, quien contemplaba cómo nuestros héroes vanamente intentaban efectivizar su ataque, con embestidas que no le hacían mella.

En una clara demostración de su inusitado poderío, de un sólo golpe, logró desmayar a todos, con excepción de Seiya. Contrariado por que uno de sus rivales permanecía en pie, Aldebarán lanzó un nuevo ataque sin darle tiempo a reaccionar al Caballero de Pegaso. Efectuando un envío tras de otro, el villano logró derribar a Seiya. No satisfecho con eso, comenzó a aplastarlo con su pie de una manera tan violenta que llegó a hundirlo en la tierra.

Cuando el Caballero de Tauro ya lo daba por muerto, Seiya, gracias al cosmo deAtenea - que aún estando herida de muerte continuaba acompañando a sus fieles guardianes -, empezó a recuperarse del durísimo castigo que acababa de recibir. Poníendose de pie, ante el asombro de Aldebarán, lo retó, prometiéndole que iba a quebrarle uno de sus cuernos.

Riendo sonoramente, Aldebarán le replicó que, si era capaz de tal hazaña, lo dejaría traspasar su casa. Tras un par de intentos de ataque por parte de Seiya, que fueron seguidos con indiferencia por el poderoso Caballero Dorado, el Pegaso recordó un truco de espada que Marín le había enseñado durante sus entrenamientos.

Como la defensa preparada por Aldebarán para neutralizar sus ataques era perfecta, al observar detenidamente sus movimientos, Seiya comprendió que la mejor forma de acertar un golpe era obligándolo a cambiar de postura. Utilizando una estrategia diferente, Pegaso se lanzó contra Tauro en una violenta embestida frontal, pero cuando estaba por golpearlo, saltó imprevistamente. Con su rápido movimiento logró esquivar la defensa, sorprendiendo a Aldebarán, quien no llegó a verlo a tiempo.

Al caer con toda su fuerza sobre el blanco en una certera maniobra, Seiya impactó con vehemencia en uno de los cuernos del Caballero, que se quebró. Tras un inicial ataque de furia, Aldebarán recapacitó al recordar su promesa. Y aún no repuesto de la ira que le había ocasionado la derrota, exclamó desafiante, dirigiéndose a Seiya y sus amigos: “Sólo él, que me ha vencido, podrá pasar”.

Como los Caballeros de Bronce habían pactado que, de ser necesario, sólo uno de ellos llegaría hasta donde se encontraba el Maestro, Seiya prosiguió aceleradamente su marcha. Lejos de darse por vencidos conformándose con la forma en que se iban desarrollando los acontecimientos, los restantes Caballeros decidieron que había llegado el momento de actuar. Sin vacilar y con el objetivo de distraerlo, Andrómeda atacó con sus cadenas a Aldebarán, al tiempo que Shiryu y Hyoga hacían lo propio en forma conjunta desde otra dirección. Juntos, elevaron el Dragón Naciente de Shiryu con el propósito de darle la suficiente energía al Cabal lero de Cristal, quien con su técnica Polvo de Diamante, congeló los brazos del Caballero de Tauro. Sorprendido y definitivamente derrotado, Aldebarán entonces cedió, reconociendo que nunca antes se le habían enfrentado con tanta valentía. Satisfecho con el desempeño de sus adversarios, los dejó pasar a todos.

A esa altura de los acontecimientos, y solo en su derrotero, Seiya arribaba a la siguiente casa, la correspondiente al signo de Géminis. Cuando entró en ella, sucedió algo realmente asombroso. Cada vez que atravesaba el umbral, misteriosamente, en lugar de acceder al interior, volvía al punto de partida.

Cuando sus compañeros lo alcanzaron y el grupo estuvo nuevamente unido, los recién llegados intentaron vanamente traspasarla. El resultado era el mismo: siempre se volvía al punto de origen. Atónitos por el mágico fenómeno, observaron con asombro que, de repente, se había materializado una nueva casa de Géminis.

En ese momento, para seguir avanzando, comprendieron que deberían separarse. Hyoga y Shun marcharon por un lado, y por el otro hicieron lo propio Seiya y Shiryu. Los cuatro tenían la certeza que, con Saori desfalleciente, no existiría margen para el error.

 

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Pierre Gunsett.
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Revisado: 22 de Diciembre de 2001.