Saint Seiya - Saga del Santuario


CAPITULO VIII

EN AUXILIO DE UN AMIGO

Una vez restablecido de sus heridas en un centro asistencial, Seiya se entera que Ikki decidió retornar a la isla de la Reina Muerte. Pese a aún no estaba del todo repuesto de sus magullones, se reune con Shun e I-Iyoga para partir hacia ese lugar en su ayuda.

Al llegar a la Isla, el Caballero del Fénix es recibido agresivamente por dos Caballeros Negros que sucumben ante su poderío. Imprevistamente, Ikki se encuentra con el Fénix Negro, quien logra impactarlo con su demoledora técnica del Puño Fantasma y como consecuencia del golpe, nuestro héroe queda sumido en una espantosa pesadilla. Para suerte de Ikki, en ese momento llegan al lugar Seiya y los demás Caballeros quienes rápidamente los auxilian. Venciendo a su propia pesadilla, lkki eleva su cosmo y derrota contundentemente a su adversario. Pero los problemas todavía no habían terminado.

Rodeado por tres Caballeros Negros hace su aparición Jango, líder de los Caballeros de la Isla. Sin mediar palabras, Jango se trenza en un durísimo combate con lkki, quien termina por derrotarlo, al tiempo en que sus amigos hadan lo propio con los Caballeros Negros que lo secundaban.

Todo estos acontecimientos eran seguidos por el malvado Arles con mucha atención desde el Santuario. El villano, que había ordenado a los espíritus de la isla despertar y liberar toda su ira, estaba logrando su propósito. Sin darse cuenta, Ikki y sus amigos quedaron atrapados en la Isla y cuando estaban de sucumbir, una misteriosa y enorme energía los puso a salvo. Una vez más era Saori, quien nuevamente echaba por tierra los planes del maléfico Arles.

Mientras en la Isla de la Reina Muerte se desarrollaban estos acontecimientos, en China, mas precisamente en la montaña de Los Cinco Picos, Shiryu se reponía del duro castigo recibido. La recuperación era costosa, ya que Shiryu estaba sumanente deprimido y desalentado: ni el propio anciano Maestro encontraba la forma de devolverle la visión perdida. Aunque Sunrei intentaba animarlo, el Dragón no tenía consuelo. Indudablemente ese no era el mejor momento para que ocurriese lo que finalmente sucedió. Cuando nadie lo pensaba, aparecio en el lugar Okko, el antiguo discípulo rival de Shiryu, quien había sido expulsado por el mae stro de Libra, con la intención de saldar una vieja cuenta. Sin perder tiempo, Okko desafió a Shiryu, quien, por su estado ffsico, sólo atinaba a defenderse.

Cuando desconsolada Sunrel le contó a Okko acerca de la ceguera del Dragón, Okko, desalentado, bajó los brazos y solo realizó un comentario: Esta lucha ya no tiene sentido; tu ya no eres el Shiryu al que he conocido”.

 Al escuchar esta frase, el Caballero del Dragón se enfureció y, elevando su cosmo con la mirada de Sunrei como guía, hirió mortalmente a Okko, quien murió en sus brazos. Esto convenció a Shiryu de la importancia de recuperar su vista.

De regreso en la Fundación, Seiya decide trasladarse hacia Jamir, con el propósito de consultar a Mo acerca de una posible cura para su amigo Shiryu. Al llegar, Seiya no encuentra al Maestro Armero pero sí a su discípulo Kiki, que le informa acerca de la existencia de un manantial milagroso cuyas aguas, denominadas “de la vida”, tendrían propiedades curativas. Sin perder tiempo, juntos emprenden el camino en busca del agua, que estaba en uno de los puntos más alto de la montaña.

Al llegar, Kiki misteriosamente no logra transportarse hacia el sitio donde se vislumbraba el manantial, ubicado más allá de un estrecho puente de piedra. Demostrando nuevamente su valor, Seiya decide jugarse por Shiryu, con la intención de obtener la probable cura para el Caballero del Dragón.

En su tránsito hacia el manantial, lo primero que debe hacer es superar el angosto puente de piedra muy estrecho. En el instante en que está llegando al final, el puente se derrumba, pero Seiya logra salvar su vida gracias a sus veloces reflejos y un ágil salto. Cuando con dificultad logra hacer pie en el risco, observa que una enorme roca se abalanza contra él. Antes de que lo aplaste, consigue invocar su estrella guardiana y destruir con toda su fuerza la enorme piedra.

Casi exhausto, pero con la convicción de cumplir con la misión que se ha propuesto, continúa escalando la montaña. En su camino plagado de obstaculos, se topa con un nido de águilas. Al comprobar la existencia de un exfraño, las aves lo atacan ferozmente y el Pegaso se defiende de la agresión lanzando manotazos al aire para espantarlas. Superado el peligro, cuando se agacha para recoger a una de las aguilas que había golpeado y derribado, Seiya consigue ver el exacto sítio donde se encontraba el agua de la vida. Sin vacilar, se aproximó al manantial, guardó un poco de agua y comenzó el descenso.

Al llegar al llano, se encontró con que Kiki había sido tomado prisionero por un Caballero de Plata. Se trataba de Aracne de Tarántula, quien no le dió a Seiya tiempo para reaccionar. Tras atraparlo en una red de energía que le absorvía la suya, comenzó a quitarle poco a poco la vida. Cuando Seiya estaba a punto de morir, imprevistamente apareció uno de los Caballeros de Acero quien lo ayudó a liberarse de su mortal trampa.

Al recuperar su caudal de energía, Seiya convocó a la Armadura de Pegaso que vino hacia él. En un rápido movimiento, acabó tras su veloz ataque con el malvado Aracne. Claro que el Caballero de Acero se había hecho presente para comunicarle a Seiya una inquietante noticia: el Casco de la Armadura de Oro había desaparecido.

 

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Pierre Gunsett.
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Revisado: 22 de Diciembre de 2001.